Alpinista y aventurero, dio misa dos veces en el Aconcagua, a 6.962 metros de altura. Es hincha del asado, de Boca y del fútbol. Jugaba de delantero. Distinto, inquieto, emprendedor, el fray Jorge Alberto Bender dejó todo lo que lo ata a la Argentina para ayudar a los más necesitados en Mozambique, África.///Conoció aquel país en un viaje solidario, se enamoró del lugar y de su gente, y lleva tres años instalado allá, donde está construyendo un centro agropecuario, entre otras cosas.///Pero vamos por partes. Bender tiene 63 años y nació en Gobernador Crespo, Santa Fe. Viene de una familia numerosa. Son doce hermanos y él es el séptimo. Su mamá era ama de casa y su papá, albañil. Le gustaba trabajar la tierra en la quinta familiar. “Tal vez ahí nació mi amor por el cultivo y es el legado que me quedó”, interpreta hoy, de visita en Buenos Aires.///Hizo la primaria y hasta tercer año de la secundaria en su pueblo, y arrancó el proceso vocacional franciscano en la provincia de Corrientes, donde hizo cuarto y quinto año. “Mis padres tenían la fantasía de tener un hijo sacerdote. Y mientras bautizaban al primer hijo, mi mamá le dijo al cura: ‘Me gustaría que él sea sacerdote’. A lo que el padre le respondió: ‘No, señora. Su séptimo hijo va a ser sacerdote’. El día que me ordené, mi mamá contó esta conversación y quedó en la historia”, cuenta Bender.
Premonición o casualidad, es el único sacerdote de la familia. Y asegura que no sintió presión alguna: “Mis papás siempre fueron muy respetuosos de nuestras vocaciones, de nuestras novias y de nuestros novios”. Admite que él tuvo “alguna noviecita” y lo cuenta algo sonrojado, pero ya a los quince años sintió el llamado de Dios.///"Siempre hay dudas, pero en mi caso sentí un llamado concreto y específico. Desde el comienzo me sentí bastante seguro de ser sacerdote."
“En aquella época, aún había una primera etapa formativa para pensar. Era un ambiente de discernimiento. Hasta quinto año tuve tiempo de evaluar y después dije ‘sí’. Siempre hay dudas, pero en mi caso sentí un llamado concreto y específico. Desde el comienzo me sentí bastante seguro de ser sacerdote”, dice.///Fueron ocho años de estudio, de los cuales seis estudió filosofía y teología en el Colegio Máximo de los Jesuitas en San Miguel, Buenos Aires. Allí conoció a Jorge Bergoglio, el hoy Papa Francisco, a quien tuvo como rector y profesor en algunas materias.///“Recuerdo que Jorge nos contaba cuentos en una fuente que teníamos ahí. Era agradable en ese sentido. Pero siempre fue muy escueto. Tiene una precisión muy grande, Ahora que es Papa lo fuimos a ver dos veces y apoya todos nuestros proyectos”, comenta.///El interés de Bender por África viene de cuando era chico. Veía su realidad en las noticias o en alguna película, y le parecía un desafío ir a trabajar en aquel continente.///“La orden franciscana es internacional. Por ende, podemos estar acá o allá. Cuando vos pedís misionar en un lugar determinado, analizan si estás capacitado para esa tarea. No se trata de un examen, pero sí de aplicar ciertos criterios. Uno, por ejemplo, es la salud. No podés ir a trabajar a África arrastrando algún problema, porque es posible que termines peor”, explica.///Su botiquín sólo tiene curitas y agujas para sacarse las espinas que se le clavan trabajando la tierra. “Allá nunca tomé ni una aspirina”, se jacta.///Bender pisó África por primera vez en 2006, más precisamente Maputo, la capital de Mozambique. Y se quedó hasta 2011 haciendo una experiencia con comunidades de pescadores en el Océano Índico: “Ahí desarrollamos dos proyectos lindos: una panadería comunitaria y compramos cuatro barquitos”.///Después de esa primera etapa, lo invitaron a volver y aceptó. “Sí, me enamoré de África”, dice.///Hoy, Bender vive en Jécua, una aldea de apenas trescientos habitantes y asisten a 74 comunidades pastoralmente. Llegó el 16 de enero de 2020 para arrancar con el Proyecto Agropecuario San Francisco.///“A los frailes nos asignan un terreno de doscientas hectáreas. Partimos de la nada. Lo primero es hacer nuestra casa. Vivimos con electricidad gracias a paneles solares que producen energía. Tenemos heladera y cocinamos con leña”, cuenta.///Amanece todos los días a las cuatro de la mañana. Toma mate y, raro para un franciscano, no comparte:///“Un amigo de Las Tres Marías me manda yerba. El kilo me debe durar un mes. La cuido mucho. Así que tomo mate egoístamente solo hasta que lleguen refuerzos”, admite con una sonrisa.///"Uno de los proyectos es una escuela autosustentable. La idea es formar pequeños emprendedores que sepan manejar la tierra".///También, tras el desayuno, suele reservarse un tiempo para escribir: “Hago una crónica de lo que vamos viviendo y planifico el día y las actividades. Después rezo un poco y leo la palabra de Dios. A las seis tenemos misa y tipo siete y media llegamos al campo y arrancamos con las diversas actividades: podar, plantar. Yo hago de todo. Lo que más me gusta es trabajar la tierra. El lema que usamos es: ‘La belleza dignifica’. Pobres, pero dignos. Y de regreso a casa, me baño con agua fría, por eso es rápido y sin pensar. Cenamos y me acuesto a las nueve de la noche”.///Bender dice que su adaptación fue “muy buena”. Lo que no quiere decir que no haya sido todo fácil. “Hay que entrar en puntas de pie, descalzo metafóricamente, porque es una cultura diferente. Eso es respeto. Hice un curso de portugués antes de venir, que es el idioma que habla y entiende la mayoría. Los frailes que me recibieron son franciscanos nacidos allí y hablaban en portugués. Las celebraciones se hacen en portugués y se traducen a la lengua local. La homilía y las lecturas son bilingües”.///-¿Qué hábitos tuvo que cambiar?///
-La dieta es más reducida que en la Argentina. Se come menos y más salteado: mucho arroz y la yima, que es una harina de maíz blanco tipo polenta, pero muy finita. Ese es el pan nuestro de cada día. Y un poco de pollo. Mejoramos también la comida gracias al proyecto de la pesca.///-Se lo escucha muy entusiasmado...///-Es que el proyecto está funcionando. Hicimos dos perforaciones para extraer agua potable con bombas solares y una cisterna de 150.000 litros para recoger el agua en época lluviosa. La gente camina muchísimo para buscar agua, ya sea para tomar, cocinar o lavar: de doce a quince kilómetros. Andan con el bidón en la cabeza. También hicimos un gallinero grande para la cría de gallinas, patos y pavos, y un molino harinero para la molienda de maíz blanco: es uno de los alimentos básicos de las familias. Una pocilga para cría de cerdos y una gran huerta orgánica donde estamos experimentando las cosas que mejor crecen: papas, cebollas, pimientos, acelga, remolachas, repollo, lechuga. Ya plantamos muchos árboles frutales: cítricos, paltas, papayas, banana y otros. Tenemos doscientos y la idea es plantar un millón de árboles. Una bio-fábrica para la producción de bokashi y bio-fertilzantes. Y por otro lado, Microsoft prometió darnos la conexión banda ancha de Internet, para la aldea de Jécua y sus alrededores, que será clave para la comunicación.///-También proyecta hacer una escuela, ¿no?///-Sí, sería el Instituto de Formación Agraria San Francisco, con internados para chicas y chicos que vienen desde muy lejos. Sería una escuela autosustentable. La idea es formar pequeños emprendedores que sepan manejar la tierra. En esta línea, hemos pensado en construir un restaurante con producción propia y construir dos cabañas para recibir turistas que quieran hacer turismo solidario. También una pocilga para la cría de cerdos e instalar un núcleo genético para mejorar la cría de animales vacunos para carne: con la posibilidad de inseminación artificial e injertos de embriones. La raza que puede adaptarse a la zona es la Bradford. Cercar una Reserva natural para la preservación de animales de pequeño porte como gacelas, liebres y otros. Ese espacio también será para la apicultura.///-No para nunca de soñar...///
-Nuestra ilusión es hacer de Jécua un vergel para que muchas comunidades puedan mejorar su día a día, su alimentación, su educación. El principio fundamental es que el trabajo dignifica, te da felicidad, porque es una manera de mejorar la vida.///-¿Tiene los medios suficientes para concretar esos sueños?///-Algunos, pero faltan (risas). Poco a poco lo vamos a ir logrando. Necesitás de un capital inicial para mover los proyectos, pero nuestra intención es no depender de ayudas externas. Tienen que ser autosustentables. Si la cosa no funciona, me vuelvo porque estaría cayendo en lo que critico. Para mí, el subsidio permanente, en el fondo, denigra, porque no permite el desarrollo. El asistencialismo, si no es acompañado de medios para el crecimiento, no sirve para nada. Pero sí, tenemos mecenas. En esta etapa, como en la anterior, Alejandro Roemmers es fundamental para nosotros porque además de apoyar ya fuertemente con la compra de maquinarias (tractor, pala retroexcavadora) nos ayudó con 100 becas de sostenimiento para chicos. Lo hizo por un año y ahora lo renueva por otro más. Esto es maravilloso para nosotros.///-¿Qué es lo que más lo gratifica?///-Ver la alegría de la gente. La capacidad de ese pueblo para celebrar con poco. Eso me evangeliza a mí.